Películas brasileñas son lo más interesante en Gramado 2017
Por Juan Pablo Cinelli, integrante do Júri da Crítica no 45º Festival de Cinema de Gramado, especial para o site da Accirs
Buena parte de los más interesante que ocurrió este año en Gramado tuvo lugar en su competencia de películas brasileñas. Tras pasar por la Berlinale, el film Como nossos pais (Como nuestros padres), de la cineasta Laís Bodanzky, resultó el gran ganador de la 45° edición, llevándose seis estatuillas, incluyendo las de mejor Película, Mejor Actor y Actriz y Mejor Director. Este drama familiar que coquetea con el melodrama pero también matiza su relato con pincelazos de humor, cuenta la historia de Rosa, quien a sus 38 años se entera durante un almuerzo familiar que no es hija de su padre. De modo frío y desapegado, su madre le revela que en realidad es fruto de la aventura de una noche durante un viaje a Cuba en los ’70. La transformación de Rosa es el alma de la historia: demolida por la noticia que cambia su vida, madre de dos hijas y con su matrimonio y carrera profesional en crisis, ella se convertirá en su propia arquitecta para reconstruirse como una mujer nueva.
Con buenas actuaciones del elenco completo y un gran trabajo de diseño y creación de personajes, Como nossos pais involucra al público en dicho proceso de cambio sin necesidad de juzgar a sus criaturas. En el film de Bodanzky no hay malas personas, sino individuos lidiando con su realidad del mejor modo en que les es posible. Lo que si hay es una excesiva pasión por hacer girar la tuerca más de la cuenta durante el tercio final de la película, dejando la sensación de que la historia de más vueltas de las necesarias para llegar a su destino final.
Igualmente incluida en la programación del festival berlinés, As duas Irenes también se mueve dentro del drama familiar y se sostiene con uno de sus pies afirmado con delicadeza en el terreno de la comedia. Dirigida por Fabio Meira y ambientada en los ‘60 en un pueblo de provincia, aborda el conflicto de una adolescente que descubre que su padre tiene otra familia en una ciudad vecina, incluyendo una hija de su misma edad y nombre. Meira retrata con precisión el arco dramático que recorre la protagonista, yendo del odio filial y la envidia por esa otra Irene que en principio parece opuesta, a la desesperada necesidad de ser objeto del cariño de ese hombre y a construir una amistad simbiótica y secreta con su media hermana, como si se tratara de las mitades de una entidad dual.
La película es un retrato vívido de la vida adolescente, de la ambigüedad sinuosa del despertar sexual, de las disputas con la madre en el terreno femenino y de la edípica (¿debería decirse eléctrica?) relación con el padre. Y se mueve con astucia en el juego de las duplicidades, poniendo en espejo la doble vida paterna con el vínculo de identificación entre ambas Irenes, suerte de mellizas gestadas en vientres distintos. Con austeridad pero sin caer en el desapego, As duas Irenes (que fue premiada por su guión y elegida como Mejor Película por el Jurado de la Crítica) acompaña a sus personajes sin buscar culpables y su único exceso podría ser tal vez una resolución que peca de una mínima veleidad efectista pero que, sin embargo, no deja de funcionar bien dentro de su prolija y estimulante construcción.
Aunque no consiguió el reconocimiento alguno por parte de los jurados, la coproducción argentino brasileña Pela janela (Por la ventana), de Caroline Leone, logra la proeza de construir sin efectismo un relato profundo y realista de transformación, demostrando que no se necesitan grandes inversiones para hacer buen cine. Road movie emocional centrada en la historia de Rosalía, una mujer de 50 y pocos que pierde su trabajo tras 30 años de servicio, el film atraviesa y une las geografías e idiosincrasias culturales de los dos países más grandes de América Latina.
Sin olvidarse de su personaje, Leone va registrando el cambio interior que ella realiza en el trayecto que va de San Pablo a Buenos Aires de forma apenas perceptible, del mismo modo en que el paisaje de un país se funde con el otro de forma paulatina. Convertir esa continuidad territorial en una paráfrasis visual del recorrido interno de Rosalía es el gran mérito de Leone. Quien además utiliza al calmo y atento hermano de la protagonista casi como un alter ego, para poner en escena a través de él su voluntad de nunca soltarle la mano a su protagonista, guiándola hasta un final abierto pero iluminado de esperanza. De particular sensibilidad minimalista, Pela janela merecía el reconocimiento formal de Gramado, donde cualquiera de los dos protagonistas podría haber sido merecedor del galardón.
Aunque no se encuentra entre lo más memorable de esta edición, O matador de Marcelo Galvão corporiza los cambios que las plataformas on demand provocan en la industria del cine. Se trata de la primera incursión cinematográfica que Netflix realiza en América latina, marcando el ingreso de un nuevo jugador en la creación de contenidos industriales de la región. Western que no aborda al género desde su vertiente clásica, sino dando un rodeo por el camino largo de la versión europea, el spaghetti, O matador busca retomar sus recursos. Sin embargo lo hace cómodamente, a través del atajo de Quentin Tarantino (Django sin cadenas, 2012, y Los 8 más odiados, 2016). Como en la obra de este y buscando aprovechar el paisaje árido del sertão nordestino de principios del siglo XX, marco histórico de los legendarios cangaceiros, Galvão se propone hacer un uso lúdico de la violencia. Pero no siempre tiene éxito en ese objetivo, quedando a veces un poco más cerca de la caricatura que de la farsa o el homenaje.